Lenguas en erección, Juan Carlos Bautista

Juan Carlos Bautista, Lenguas en erección, Quimera, Colec. Bitácoras, Núm., 1, México, 2007, 64 pp. ISBN: 978-970-95563-0-8. Precio: 120 pesos.

Juan Carlos Bautista (Tonalá, Chiapas, 1964) es poeta, narrador y periodista. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en el área de Jóvenes creadores, en dos ocasiones. Autor de los poemarios: Cantar del Marrakech (1993) y Bestial (2004). En 2001, su videodocumental Amor Chacal ganó el Premio del Público durante el Festival MIX de la Ciudad de México. Está antologado en Sol de mi antojo (México, 2001) y Tigre la sed (España, 2005) ambas compiladas por Víctor Manuel Mendiola. En Quimera ediciones también ha publicado Aluvión de pensamientos inútiles y sublimes (2010).

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Juan Carlos Bautista (…) logra a veces esos frutos difíciles: (…) Poemas eróticos que sobre todo sean poesía. Eso se debe a que sus poemas, por más engolosinados u obsesionados que estén con el erotismo, siempre son poemas amorosos, de introspección y confesión honradas.

Cierta tristeza irónica recorre el libro: una reflexión autocrítica sobre los alcances de la verbosidad erótica: “Escribir es el placer de los eunucos./ Amores que saben a libro/ sólo son lenguas en erección”. Pero es sobre todo su fuerza honrada y ambiciosa, deseosa de verdades y expresiones justas y arriesgadas, lo que hace de este libro una experiencia cabalmente poética.


-José Joaquín Blanco, La Jornada, 26 de octubre de 1990.

Siempre he admirado la vehemencia y la desnudez de la literatura de Juan Carlos, que tanto en verso como en prosa he podido leer en vigorosos borradores. Pero la lectura de este cuaderno me deja pasmado y apenas puedo adjetivarlo: es un libro en carne viva, es un libro amargo y adolorido, solitario por acumulación de marginalidades que se van superponiendo hasta que se disuelve el aliento de toda minoría y se queda sola la soledad misma. Es un libro tan de veras que deja de ser libro al primer contacto con el índice que lo hojea para ser una piel aterradoramente vulnerable por una historia de desollaciones. Más que leerlo quisiera acariciarlo, arrullarlo y, parafraseando a Villaurrutia, guardarle el secreto.


-Gonzalo Celorio, La Jornada Semanal, 26 de mayo de 1991


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